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La estabilidad de los ecosistemas marinos en Hawái enfrenta un nuevo desafío. Investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte y la Universidad Estatal de Arizona documentaron una proliferación extrema de erizos de mar en los arrecifes de Hōnaunau Bay, en la costa oeste de la Isla Grande. Esta concentración inusual se vincula directamente con la disminución de peces carnívoros que controlan de forma natural las poblaciones de erizos.
Durante el estudio, los científicos observaron una densidad promedio de 51 erizos por metro cuadrado. Este número sitúa a la zona entre las más afectadas a nivel global por bioerosión causada por invertebrados. Los resultados se obtuvieron tras un análisis detallado que combinó observaciones submarinas con tecnología de espectroscopía aérea, lo que permitió mapear con precisión el estado del arrecife en diferentes profundidades.
Kelly van Woesik, autora principal de la investigación, explicó que la presión pesquera redujo significativamente las especies de peces responsables de mantener a raya a los erizos. Esta pérdida de depredadores condujo al desbalance observado, donde la erosión producida por los erizos supera la capacidad del arrecife para regenerarse.
El impacto sobre la estructura coralina resulta grave. Las cifras muestran una producción neta de carbonato de calcio de apenas 0.5 kg por metro cuadrado al año, frente a valores históricos de hasta 15 kg en zonas saludables. Esta reducción implica una desaceleración crítica en el crecimiento vertical del arrecife, que actualmente no logra compensar la tasa de elevación del nivel del mar en la región, estimada en 3.55 mm anuales.
Protección costera, biodiversidad y servicios ecosistémicos dependen directamente del estado de los arrecifes. Estudios previos indican que estas formaciones marinas absorben hasta 97% de la energía de las olas, lo cual representa una barrera natural frente a la erosión costera. Además, son el sustento de múltiples actividades económicas relacionadas con la pesca y el turismo.
Así, la investigación también estableció un umbral mínimo de cobertura coralina necesaria para que el arrecife mantenga un crecimiento positivo: 26%. En las zonas más someras, donde la erosión es más intensa, esa cifra aumenta hasta 40%. Aunque el promedio general de cobertura alcanza el 28%, existen sectores específicos donde esta no resulta suficiente.
Reforzar la gestión pesquera surge como una recomendación clave del estudio. Restablecer las poblaciones de peces carnívoros ayudaría a controlar la expansión de los erizos, disminuyendo así su presión sobre los corales. Los autores enfatizan que sin estas especies predadoras, los arrecifes no podrán recuperarse de manera efectiva frente a los múltiples factores de estrés que los afectan.
Con estos hallazgos, la comunidad científica destaca la necesidad de un monitoreo más amplio sobre los equilibrios ecológicos en los arrecifes. Este caso representa una oportunidad para repensar prácticas de manejo costero en zonas vulnerables al cambio climático y la presión pesquera.
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